lunes, 6 de mayo de 2013

El espíritu público


   ¿Qué es el espíritu público? Es la percepción y la pasión del bien común, la cual es la base de un buen gobernante y aun de un perfecto funcionario. ¿Es lo mismo que el patriotismo? No es lo mismo. El patriotismo es de todos, y el espíritu público es de hombres y mujeres superiores, de una minoría selecta, que puede ser casi mayoría o bien puede reducirse al extremo en las sociedades que están en decadencia. Se puede decir que es la parte superior del patriotismo.

Habitualmente el espíritu público requiere fina cultura intelectual, porque el «bien común» sólo lo ven los capaces de ver lo general y de percibir claramente una cantidad de cosas invisibles, como la justicia, el orden, la paz, el honor, la dignidad, la grandeza; cosas en que consiste el verdadero vínculo que forma un pueblo. Si el bien nacional consistiese solamente en lo económico (como lo creyó el individualismo liberal del siglo XIX), bien se podría tener espíritu público poseyendo la aritmética y la avaricia; pero aun para ver claro lo económico en grande y en general se necesita algo de mente filosófica, como la tuvo el autor de La riqueza de las naciones, fundador de la moderna economía política.

¿No dice nada el hecho de que los fundadores del imperio inglés (imperio eminentemente económico) poseían todos una formación filosófica traída de Oxford y Cambridge? Así, pues, el espíritu público supone una superioridad espiritual y una excelencia humana que es imposible tengan todos, ni siquiera la mayoría, y es la señal y la condición de una convivencia sana. Decir que un hombre o una mujer tiene «espíritu público» es hacerle gran alabanza.

Analizando el espíritu público se ve que consta de las siguientes formalidades:

1.                   Percepción intelectual no confusa, sino clara, del bien común o interés general, que no se confunde con el bien particular de una familia, un grupo o una «clase» tan siquiera. Esta percepción requiere amplitud de miras y un hondo convencimiento.
2.                   Voluntad recta de promover ese bien general de forma habitual y constante.
3.                   Los afectos y sentimientos que forman y actualizan esa voluntad, que se podrían resumir en la expresión «pasión política» si estas dos palabras no fueran tan equívocas.

Tomás de Aquino diría que el espíritu público no es más que una forma superior de la «caridad», o sea amor a Dios y al prójimo; y Dante los pondría en el segundo y tercer cielo: el cielo de Saturno y de Marte. Feliz, pues, el país que tenga hombres y mujeres con el espíritu público puesto en su lugar, y desdichado el país que no los tenga, porque, sin ser politiqueros, estarán capacitados para ser «políticos», en el sentido noble que da Baltasar Gracián al vocablo.

En su gran serie de novelas La comedia humana, Balzac registra la decadencia del espíritu público en Francia a partir del segundo imperio o dictadura de Napoleón III; período que califica, con frase genial, una tiranía moderada por la corrupción.

Las universidades han de atender a la «formación política» de los jóvenes insistiendo en la importancia de las humanidades, encaminadas a la obtención del espíritu público. La grandeza de un pueblo se mide por la abundancia de hombres y mujeres con espíritu público, hasta llegar a la lucha y a la muerte martirial. Que Dios nos conserve esa gran excelencia humana.

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