Inauguración de la XVIEscuela de Teología Karl Rahner-Hans Urs von Balthasar.
Palacio de la Magdalena (Santander
“Muerte, cenizas,
resurrección”
Buenos días,
Les doy la bienvenida a todos Vds. al
Palacio de la Magdalena en nombre del Rector, en donde van a participar en este
decimosexto encuentro que celebra la Escuela de Teología Karl Rahner-Hans
Urs von Balthasar dentro del programa de verano de la UIMP, y que lleva por
nombre “Muerte, cenizas, resurrección”.
Tiene la palabra el Sr. D. Ángel Cordobilla, director de la
Escuela (…)
Muchas gracias por su intervención.
Celebro que me haya correspondido a
mí representar al Rector Nombela, que a esta hora acompaña al Secretario de
Estado de Educación, Formación Profesional y Universidades en la inauguración
de otro Curso que se celebra en La Magdalena sobre la acreditación
institucional de centros educativos y de investigación, motivo por el cual no
ha podido estar aquí con nosotros.
Y lo celebro, no solo por ser una ocasión de volver a
compartir mesa con su director, Angel Cordevilla, después del decimocuarto
encuentro de la Escuela, que tuvo lugar hace dos veranos, sino también por la
cuestión que es objeto de éste que comienza hoy: la muerte, y, en el orden
teológico del saber, la resurrección, ya que ello me ha obligado a reflexionar
y a renovar la conciencia de que voy a morir, un hecho que los modernos solemos
olvidar en medio de la azacanada vida que llevamos.
Quidquid facies, réspice ad mortem. Cualquier cosa que hagas, contempla
la muerte, dijo Séneca. Y parece que el memento
mori, la consideración de la muerte, es lo que últimamente nos desvela el
sentido de la vida.
Es evidente que si al morir me extingo, mi vida no es más que
un acontecer trivial en la que yo no soy más que una sucesión de vivencias, con
un origen y un final que están fuera de mi alcance, lo que convierte la
experiencia que tengo de mí mismo en una mera ilusión. Decir Guillermo, en mi
caso, tendría el mismo sentido que decir ¡hay! cuando me pillo un dedo al
cerrar una puerta, según el lúcido análisis que hizo Wittgenstein en su Libro
Azul.
Y no puede ser cierto, que el gozo que me produce la belleza del orden natural que gobierna el
Cosmos, o la emoción que experimento
por el amor que recibo, ni que mi admiración
ante la profunda consistencia de lo real, no sea más que un chiste o una broma
pesada.
Si desde el fondo, yo puedo medirme con la envergadura de lo
real, en su inabarcable y original Verdad, Belleza y Bondad, por necesidad he
de tener una consistencia que pueda establecerse en dualidad con el ser más
radical, trascendiendo un principio y final meramente contingentes; y mis obras
tener una potencial resonancia eterna que no sucumba ante la mordedura del
tiempo.
Este es un Encuentro de pensadores cristianos, para quienes Jesucristo
descifró, con su vida y su palabra, el sentido del dolor y de la muerte como
tránsito a una vida nueva que podrá saciar nuestra ansia de plenitud. Les deseo
que, reunidos en este entorno excepcional de la Península de la Magdalena, logren
profundizar en el enigma de la muerte y que se susciten entre Vds. líneas de
trabajo y de colaboración en el futuro. Por mi parte, termino repitiendo la
última estrofa de la Carta que Juan Rufo escribió a su hijo siendo muy niño:
La vida es largo morir
y el morir, fin de la muerte;
procura morir de suerte
que comiences a vivir.
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