viernes, 28 de julio de 2017

Muerte, cenizas, resurrección


Inauguración de la XVIEscuela de Teología Karl Rahner-Hans Urs von Balthasar
Palacio de la Magdalena (Santander 24/07/2017)

“Muerte, cenizas, resurrección”

Buenos días,

Les doy la bienvenida a todos Vds. al Palacio de la Magdalena en nombre del Rector, en donde van a participar en este decimosexto encuentro que celebra la Escuela de Teología Karl Rahner-Hans Urs von Balthasar dentro del programa de verano de la UIMP, y que lleva por nombre “Muerte, cenizas, resurrección”.

Tiene la palabra el Sr. D. Ángel Cordobilla, director de la Escuela (…)

Muchas gracias por su intervención.

Celebro que me haya correspondido a mí representar al Rector Nombela, que a esta hora acompaña al Secretario de Estado de Educación, Formación Profesional y Universidades en la inauguración de otro Curso que se celebra en La Magdalena sobre la acreditación institucional de centros educativos y de investigación, motivo por el cual no ha podido estar aquí con nosotros.

Y lo celebro, no solo por ser una ocasión de volver a compartir mesa con su director, Angel Cordevilla, después del decimocuarto encuentro de la Escuela, que tuvo lugar hace dos veranos, sino también por la cuestión que es objeto de éste que comienza hoy: la muerte, y, en el orden teológico del saber, la resurrección, ya que ello me ha obligado a reflexionar y a renovar la conciencia de que voy a morir, un hecho que los modernos solemos olvidar en medio de la azacanada vida que llevamos.

Quidquid facies, réspice ad mortem. Cualquier cosa que hagas, contempla la muerte, dijo Séneca. Y parece que el memento mori, la consideración de la muerte, es lo que últimamente nos desvela el sentido de la vida.

Es evidente que si al morir me extingo, mi vida no es más que un acontecer trivial en la que yo no soy más que una sucesión de vivencias, con un origen y un final que están fuera de mi alcance, lo que convierte la experiencia que tengo de mí mismo en una mera ilusión. Decir Guillermo, en mi caso, tendría el mismo sentido que decir ¡hay! cuando me pillo un dedo al cerrar una puerta, según el lúcido análisis que hizo Wittgenstein en su Libro Azul.

Y no puede ser cierto, que el gozo que me produce la belleza del orden natural que gobierna el Cosmos, o la emoción que experimento por el amor que recibo, ni que mi admiración ante la profunda consistencia de lo real, no sea más que un chiste o una broma pesada.

Si desde el fondo, yo puedo medirme con la envergadura de lo real, en su inabarcable y original Verdad, Belleza y Bondad, por necesidad he de tener una consistencia que pueda establecerse en dualidad con el ser más radical, trascendiendo un principio y final meramente contingentes; y mis obras tener una potencial resonancia eterna que no sucumba ante la mordedura del tiempo.

Este es un Encuentro de pensadores cristianos, para quienes Jesucristo descifró, con su vida y su palabra, el sentido del dolor y de la muerte como tránsito a una vida nueva que podrá saciar nuestra ansia de plenitud. Les deseo que, reunidos en este entorno excepcional de la Península de la Magdalena, logren profundizar en el enigma de la muerte y que se susciten entre Vds. líneas de trabajo y de colaboración en el futuro. Por mi parte, termino repitiendo la última estrofa de la Carta que Juan Rufo escribió a su hijo siendo muy niño:

La vida es largo morir
y el morir, fin de la muerte;
procura morir de suerte
que comiences a vivir.



Con ello, queda inaugurada la decimosexta edición de la Escuela de Teología Karl Rahner-Hans Urs von Balthasar.

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